Apenas nadie
recuerda si Galdier y Mereat fueron enemigas.
Se olvidó ya el
nombre de los guerreros muertos.
Sus manos
grises me saludan desde el lado oscuro de los presagios.
Sus ojos me
advierten
y yo
entierro mis
párpados.
Nace el día.
Nace un mar.
Me reconstruyo
en olas blancas.
(Imagen: Christos Tsoumplekas)
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