No sé cuál ponerme. Media hora con el rollo de la camisa. Sí, quizás la azul. No, no, la azul no. A ver. Ésta sí. Qué bien me sienta el granate. Ahora un poco de colonia y listos. Las llaves en el bolsillo derecho, la cartera en el bolsillo interior. Los billetes del tren también. Sí. Una última ojeada, campeón. ¡Ole el espejo! Si es que estoy fenomenal. Joderr. ¿Esto qué es? ¿Una mancha? Maldita sea. Y el tiempo se me echa encima. Pues la azul. Hala, la azul de los cojones. Jódete con la mancha. Entonces la corbata de rayas. Puto desorden. ¿Dónde estás corbata? Mierda. Bueno da igual, la floreada. O tal vez la de topos. No, topos no. La floreada, sí. Y si no, sin corbata. Qué tarde es. Venga, todo bien cerrado. Va, ascensor. El vecino capullo ése que se cree que el ascensor es suyo. Y rima y todo. Si es que soy un poeta. Acaba ya, mamón. Menos mal. Qué calor en la calle. Anda qué suerte, un taxi.
-Dígame, señor.
-A la estación del tren.
-Bien, señor. ¿A qué hora sale su tren?
-A las cuatro.
-Ejem... ¿sabe usted que son las cuatro menos diez?
8 comentarios:
Yo por si acaso llevo encima una chuleta con mis deseos, para que no se me olvide con la emoción del momento :)
Se agradece tu visita a mi blog.
Un abrazo desde aquí.
Eso pasa por tener varias camisas, y que todas te sienten bien.
Estoy decidido: beso
....camisetas oscuras.... lo mejor y la mar de fresquitas....
....el corto genial.... XDDDD
Coincido con Marc: lo peor en esos casos es la capacidad de elección...
Cariños!
Es lo que tiene ser indeciso, sobre todo a la hora de pedir deseos.
Saludos y gracias por la sonrisa.
Yo en diez minutos puedo correrme tres veces. El taxista era un güebón.
Doy fé que es cierto.
Eso de que ya tienes todo y empiezas a hacer tiempo puliendo lo impulible hasta que ya no te queda tiempo para deshacer lo hecho.
Que importante que tanta indecisión nazca en un espejo.
Saludos desde Lima.
La inseguridad engendra monstruos.
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