martes, septiembre 26, 2006

cafés y colombias



Hace unos días, fui invitada a participar de la mano de Jaime de la Hoz Simanca, en un programa de radio de la Universidad Autónoma del Caribe en Barranquilla. El programa lleva por título Deporte en línea y combina literatura y fútbol con la magia propia de un Macondo en las ondas mientras Jaime actúa de mago con chistera envolviéndolo todo con su voz.

De Colombia también recuerdo una de las telenovelas más hermosas que vi nunca. Sí, he dicho "telenovela", ese género no siempre bien ponderado, heredero de las novelas por entregas publicadas en revistas y periódicos que florecieron en el siglo XIX de la pluma de Balzac o de Alejandro Dumas. El folletín, como todo, no era bueno o malo en sí mismo, sino deudor del ingenio (o de la ausencia del mismo) de sus creadores.

Y en medio de mil millones de telvisivos "culebrones" vomitivos, irrumpió en 1994 "Café con aroma de mujer", una telenovela colombiana que mostraba un tipo de mujer distinta a las que pululaban habitualmente, una mujer que no se dedicaba a llorar sus desgracias por los rincones aunque, eso sí, era hembra de un solo amor, premisa inalterable del género. (Después de todo, ¿por qué no creer que puede existir un amor así?). La novela estaba interpretada por Margarita Rosa de Francisco que además de actriz es cantante. Toda la serie daba vida a melodías que pronto se hicieron famosas. Una de ellas destacaba por su fascinación. Más tarde descubrí que musicaba unos versos de Kavafis, bellísimos versos como todos los suyos. Algún amigo mío que se reía de mi afición a los culebrones (que yo justificaba entonces con un estudio de la dialectología del español -cosa, que en parte era cierta-) cuando supo de la autoría de la letra del bolero en cuestión, tuvo que guardar un respetuoso silencio. Porque no siempre lo popular es sinónimo de vulgar ni lo elitista sinónimo de inteligencia; tal vez sea tan simple como desnudarnos de prejuicios.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pude escuchar la entrevista gracias a Pura y a las bondades del gmail. La voz de Pura se escuchó intensa e inmensa, como una dulce música tropical.
Sus versos sonaron jóvenes, nuevos como una mañana por empezar.
Volaron hasta el cinturón de Van Hallen y desde allí se derramaron sobre los abiertos y pasmados oídos de los colombianos, sedientos de esa bebida deliciosa vertida en la añeja lengua castellana.
Castellana si, si me lo permites, mi querida y admirada Pura.
Tus versos sobrevuelan ambos hemisferios...
Enrique

Sintagma in Blue dijo...

(jo... ¿y yo ahora qué digo?)

(un beso, corazón)

Anónimo dijo...

Y yo también...¿qué digo ahora?...

Por cierto Sintagma, yo te quiero igual aunque hayas visto algún que otro culebrón.....