domingo, septiembre 23, 2018

Se alzaba el telón



"Se alzaba el telón. Acepté sin decir nada, me dejé guiar. Era como un ciego atravesando un bosque desconocido, caminando a tientas, asida a su mano como a un bote salvavidas. No tenía planes ni estrategias, desconocía qué debía hacer y qué se esperaba de mí. Me sentía indefensa, insegura, como si aquella fuese la primera vez y me arrancasen una virginidad adolescente.
KARL presionó levemente con su mano sobre mi cabeza y de esta manera supe que debía tocar el suelo con la frente entre sus pies. Aparte de lo que representaba la posición en sí misma, el espejo situado en la pared quedaba justo a mi espalda, por lo que me sabía expuesta ante sus ojos. Desde esa postura podía sentir mi cuerpo entre sus piernas, sabiendo además que KARL veía mis nalgas y mi sexo reflejado en él. Este pensamiento me provocó una casi olvidada sensación de vergüenza, quizás por ello mismo permanecí quieta. No sabía qué sentimiento me mantenía arrodillada, si el del ridículo que representaría levantarme e irme, o el de quedarme parada como la presa de una araña sorprendida en la tela, fingiendo no existir para no ser descubierta.
Él fumaba pausadamente, sin prisas, observándome. En ese silencio casi palpable, sólo oía el humo exhalado, el cigarrillo en combustión y el leve rumor de los coches a través de los cristales. Así estuvo un buen rato, en un acompasar de minutos que parecieron elásticos. Yo no sabía qué pensar; por una parte me divertía estar de aquella manera, como quien cuenta en el juego del escondite con los ojos vendados a la espera de empezar a buscar; pero en ese momento, yo sólo contaba y contaba, y no sabía qué vendría después. Ignoraba por completo cuál sería el movimiento siguiente. Miraba al suelo y de reojo podía ver los pies de KARL a ambos lados de mi cara, y un poco más allá, las patas de madera de una butaca y las de una mesita. Oía cómo KARL depositaba la ceniza del cigarrillo en el cenicero y cómo finalmente, apagaba la colilla. De pronto noté las manos de KARL sobre mis nalgas y volví a ser consciente de mi postura, notando que él me observaba a través del espejo, y que mi sexo y toda yo estaba expuesta ante sus ojos.
Al mismo tiempo que seguía sin explicarme qué hacía de aquella extraña manera empecé a excitarme. Estaba postrada ante un hombre al que apenas conocía, ejecutando su voluntad, y no sólo no daba crédito a lo que estaba haciendo sino que mucho menos a lo que sentía, porque aquel estar simplemente allí arrodillada, se fue rodeando de una agradable sensación de protección, de tranquilidad, de una gran paz interior. Nunca hubiese imaginado que lo que sintiese fuese precisamente paz. Constituía lo más inesperado de todo aquel juego.

Como si pudiese leer en mí, KARL me preguntó al oído si estaba bien, a lo que asentí con un leve movimiento de cabeza porque sí, estaba bien, inexplicablemente bien y ése era, sin duda, el milagro."




(Fragmento de Alicia en Penumbra. Historia de Perra Negra. Más en : Amazon)